Los bebés dormían un promedio de 12,3 horas por día, comprobó la investigadora. A los 3 años, sólo un 9 por ciento de los bebés tenía sobrepeso. Los que dormían menos de 12 horas por día, en cambio, tenían mayores probabilidades de ponerse «gruesos al llegar al jardín de infancia».
«No se entienden claramente los mecanismos que influyen entre la duración del sueño y la grasa corporal», reconoce Taveras. Sin embargo, explica: «Dormir menos por la noche altera los niveles hormonales y puede conducir a la somnolencia diurna y a menores niveles de actividad durante las horas de vigilia. Pasar más horas despierto también ofrece más oportunidades de comer».
El tomar en cuenta el número de horas transcurridas frente al televisor cambiaba sólo mínimamente la relación entre descanso nocturno y peso. Aun así, la combinación de poco descanso y más horas dedicadas a mirar televisión significaba el más alto riesgo de tener sobrepeso. «Los padres deberían sacar los televisores de los dormitorios de sus hijos para mejorar la calidad y duración de su descanso nocturno«, dice Taveras.
Este es el primer estudio que se ha hecho sobre la concordancia entre el sueño y el sobrepeso en niños muy pequeños. Estudios previos en chicos de edad escolar, adolescentes y adultos mostraron que aumentar las horas de vigilia cambia los niveles hormonales, lo cual puede estimular el hambre y favorecer el aumento de peso.
Además, los niños y adolescentes entre 4 y 18 años con problemas para dormir tienen mayores probabilidades de padecer depresión, ansiedad y agresividad cuando son adultos. Así lo determinó otro estudio de la Universidad de Londres y publicado en la misma edición de la revista médica.