Después un parto vaginal, es inevitable que se debiliten los músculos del suelo pélvico, encargados de sostener la vejiga, el útero y el recto en la posición correcta. Aunque algunos ejercicios, como los Kegel, ayudan a fortalecerlos no es suficiente y en muchos casos se recurre e la vaginoplastia.
También conocida como rejuvenecimiento vaginal, se trata de una operación ginecológica, normalmente realizada con láser, que tiene como misión restaurar la fuerza y el tono de los músculos pélvicos. Es muy sencilla y consiste en el acortamiento de la parte posterior de la vagina y la retirada del exceso de piel, de esta manera los músculos adyacentes de la vagina se contraen y recuperan su estado inicial.
Es una operación reconstructiva que dura alrededor de una hora, pero el procedimiento puede variar en función de los músculos o el tejido que se desea restaurar.
Cuando lo que se persigue es una reconstrucción total que afecta que a la totalidad del suelo pélvico y el paciente no quiere sentir nada se recurre a la anestesia general; cuando solo se trata de un estrechamiento vaginal suele aplicarse la anestesia local, menos invasiva.
Como cualquier intervención quirúrgica tiene sus riesgos, entre los que destacan posibles complicaciones mínimas como infecciones, reacción a la anestesia o sangrado. Sin embargo, en la mayoría de los casos se realiza con éxito y, aunque el postoperatorio es un poco molesto, en unos días el paciente podrá volver a caminar y en unas seis semanas retomar la actividad sexual, momento en el que también podrá verse el resultado final de la operación.
Las cicatrices son mínimas ya que se hacen en los pliegues naturales, y, si se tratan adecuadamente llegan a desaparecer.
El precio de la vaginoplastia está entre los 3.000 y los 4.000 euros, que varía en función del centro y del tipo de procedimiento empleado en dicha operación.