Según Rosalind J. Wright, autora del estudio, estos resultados apoyan la noción de que el estrés puede considerarse un contaminante social que, cuando «entra» en el organismo, podría influir sobre la respuesta inmune de forma similar a como lo hacen los contaminantes físicos como los alérgenos y añadirse así a sus efectos.
A pesar de la importancia que los investigadores atribuyen a su descubrimiento, Wright señala que sólo el seguimiento de estos niños permitirá conocer si estos efectos darán lugar a un mayor riesgo de asma. Además, será necesario replicarlos en poblaciones más grandes para obtener una mejor aproximación a la relación entre estrés maternal, exposición a los alérgenos y desarrollo futuro de asma en la infancia.
Según los autores, hasta entonces, los resultados sugieren que cuando las exposiciones al estrés maternal y a los alérgenos se producen de forma conjunta, existe un aumento en el riesgo.