La ecografía hecha precozmente al inicio de tu embarazo no es imprescindible, salvo que no conozcas bien cuándo fue tu última menstruación o bien tengas dolor o pérdida vaginal de sangre a los pocos días del retraso menstrual.
La primera ecografía que tiene interés desde el punto de vista médico es la que hacemos alrededor de las 12 o 14 semanas de hallarte sin la menstruación. En este momento podemos fijar exactamente el periodo de embarazo en el que te hallas y la fecha probable de tu parto. Aquí también sabremos si estás esperando uno o más bebés. La medida del pliegue nucal del embrión nos podrá tranquilizar acerca de la ausencia de algunas malformaciones fetales.
A mitad del embarazo practicaremos la segunda ecografía. Tu bebé ya está completamente formado y es en esta ecografía donde podremos visualizar todos sus órganos. En caso de detectar alguna anomalía estaría indicado hacer más exploraciones: una amniocentesis, por ejemplo. Esta ecografía permite ver el crecimiento de tu bebé midiéndole la cabeza, algunos huesos largos, y los diámetros torácico y abdominal. Ahí es donde, si tu bebé está bien orientado, podrás ver cómo se lleva la mano a la boca, cómo traga líquido amniótico, cómo retira rápidamente el pie cuando ha tocado la pared uterina (señal del desarrollo del sentido del tacto).
Finalmente, se costumbra a hacer una última ecografía al llegar al octavo mes de embarazo: permite ver si el crecimiento de tu bebé ha sido el esperado, si hay líquido amniótico en cantidad suficiente y si la placenta ha alcanzado el grado de madurez esperado al final de tu gestación.
En algunos casos se deben hacer más ecografías a lo largo del embarazo. Por ejemplo:
- Si aparecen pérdidas de sangre por la vagina.
- Si en un momento dado no concuerda el volumen del embarazo con los meses de gestación.
- Si en alguna de las ecografías previas no se pudo observar algún órgano fetal con detalle.