Tener la tensión alta durante el embarazo es relativamente frecuente, pero es muy importante vigilar la presión arterial de cerca, ya que la tensión alta puede provocar graves problemas tanto en el feto como en la madre.
Hay dos tipos de tensión alta en el embarazo: la crónica (la mujer ya sufría de hipertensión antes de quedar en estado) y la tensión alta gestacional (aparece a partir de la semana 20 de embarazo).
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Los niveles de tensión arterial son muy controlados durante el embarazo -se miden en cada visita al obstetra-, ya que un incremento de los mismos puede provocar graves complicaciones. Así, se considera que una embarazada tiene la tensión alta cuando los niveles de tensión sistólica y diastólica superan 9 – 14, lo que ocurre en alrededor de un 10% de los embarazos.
La tensión alta durante el embarazo no suele dar ningún tipo de síntomas, pero sí puede tener consecuencias, ya que la tensión alta constriñe los vasos sanguíneos que aportan oxígeno al bebé, influyendo negativamente en el desarrollo del mismo. Además, puede provocar desprendimiento de placenta y parto prematuro. Por último, la tensión alta en el embarazo puede evolucionar en preeclampsia, una enfermedad que se caracteriza por la tensión alta y por la presencia de proteínas en la orina, y que puede provocar daños en los riñones, en el hígado o en el cerebro de la embarazada.
No se sabe por qué algunas mujeres desarrollan tensión alta durante el embarazo, pero sí que es importante evitar factores de riesgo como la obesidad, un alto consumo de sal, dormir poco o el estrés. Aún así, en muchos casos la tensión alta aparece igual y no se puede tratar, por lo que, cuando el bebé ya está formado se opta por provocar el parto. En caso de que esto no sea posible, se aplicarán cuidados paliativos y se monitorizará al feto para comprobar su bienestar.
La tensión alta que aparece durante el embarazo suele desaparecer tras el parto.
Foto vía: Derekb
