En la actualidad, los niños abusan de los medicamentos, habitualmente, sin prescripción médica y siendo los propios padres los que deciden qué fármaco necesita el niño. A menudo olvidamos que lo que ya es malo es nosotros (automedicarse en exceso) es todavía más perjudicial en los niños, no sólo porque en su organismo los efectos secundarios puedan ser mayores, sino porque hay síntomas que, aunque molestos, ayudan a combatir la enfermedad.
Evidentemente, no estamos hablando aquí del uso de medicamentos en casos esporádicos de enfermedad, sino, más bien, del abuso de los mismos en catarros, diarreas, y procesos febriles leves, enfermedades habituales y que normalmente no suponen un peligro para la salud del niño. En muchos de estos casos, se carece de fármaco para luchar contra la enfermedad, por lo que el medicamento se dedica únicamente a terminar con los síntomas. Antes de medicar a tu hijo, pregúntale siempre a su pediatra si es necesario.
Analicemos cúal es la mejor opción para aliviar los síntomas de dos de las enfermedades más comunes: el catarro y la diarrea.
1. El catarro
El resfríado es una enfermedad muy común en los niños pequeños. Se trata de una infección vírica que viene acompañada de tos, mocos, fiebre y cierta debilidad. Su duración es de alrededor de una semana, y aunque no se trate, pasa por sí sola.
Aunque es una enfermedad leve, es muy común darle a los niños medicamentos para fluidizar el moco, eliminar la tos y bajar la fiebre. ¿Es esto la mejor opción?
Por un lado hay que tener en cuenta que el moco y la tos son los que evitan que los microbios penetren en el interior del niño, manteniéndolo a salvo de bronquitis y neumonías. Por otro lado, la fiebre cuando no es muy elevada (en torno a los 38 grados) es útil para combatir el catarro.
En realidad, el fluidizante del moco más efectivo es el agua (y no cuenta con efectos secundarios). Una buena hidratación y lavados de nariz con suero salino son una buena idea para tratar unos mocos espesos. Los descongestionantes nasales casi nunca están indicados porque producen una falsa mejoría con efecto rebote, además de producir hábito y tener efectos secundarios.
En cuanto a la tos, se ha comprobado que unas cucharadas de miel son tan eficaces como el dextrometrofano (el compuesto que contienen los jarabes para la tos. Otro truco para hacer que el pequeño se sienta mejor es dejar una cebolla abierta por la mitad en su mesilla de noche.
Para la fiebre baja, lo mejor es mantener bien hidratado al niño, retirarle ropa y ponerle paños húmedos en la frente, axilas e ingles. Si la fiebre supera los 38 grados, puede administrarse ibuprofeno o paracetamol (según lo que el pediatra te recete), dosificándolo siempre en función del peso del niño.
2. La diarrea
La diarrea aguda suele producirse por gastroenteritis infecciosa, ya sea por la invasión de un virus o una bacteria. Normalmente, los antibióticos no son necesarios. En cuanto a los medicamentos antidiarreicos, solo sirven para cortar los síntomas, sin tratar «el origen» de la enfermedad.
El tratamiento de la diarrea infecciosa consiste en administrar solución de rehidratación oral para evitar la deshidratación y esperar a que se pase.
Si la diarrea se debe a la intolerancia o alergia a algún alimento, debe retirarse ese alimento de su dieta. Los fármacos siguen resultando innecesarios.
Que se abuse de los medicamentos no quiere decir que haya que desconfiar de los medicamentos por principio. Los medicamentos son compuestos químicos con efectos secundarios, pero en muchas ocasiones, no son sólo útiles, sino también muy necesarios. Lo que sí es cierto es que hay síntomas que no tienen mayor gravedad y que es mejor dejar que pasen por si solos. Siempre que tengas dudas sobre si medicar a tu hijo, consulta antes a su pediatra.
Vía: El Mundo