Si tuviésemos que señalar un síntoma de embarazo sentido por una amplia mayoría, entre los múltiples que la mujer puede experimentar desde la concepción, el conocido como dolor de ovarios quizá pudiese resultar acertado. La expresión en si misma encierra una falsa creencia puesto que los ovarios carecen de sensibilidad, lo que significa que en realidad no pueden doler.
Durante el primer trimestre del embarazo, rápidamente se producen sensibles modificaciones en el seno materno encaminadas a adaptarse para albergar a un feto en permanente desarrollo.
En las distintas etapas del embarazo, especialmente en el primer trimestre, es frecuente padecer como primer síntoma de embarazo un dolor abdominal comúnmente relacionado con dolor de ovarios. Se trata de una sensación similar a las molestias sufridas en las horas previas a la llegada de la regla, sin importancia médica alguna salvo que su intensidad sea excesiva o vaya acompañado de sangrado.
En este supuesto conviene ponerse en manos del especialista, pues podría ser la manifestación de aborto espontáneo o de embarazo ectópico (aquel que se desarrolla en las trompas de Falopio en vez de dentro de la matriz uterina). Por lo general, si todo se desarrolla con normalidad, hablamos de un simple malestar que durante el primer trimestre se refleja en región pélvica y bajo vientre.
Ese falso dolor de ovarios representa habitualmente un mero incidente aislado, pero no son despreciables los casos en los que se cronifica, lo cual en mujeres embarazadas indica la necesidad de un estudio clínico en profundidad para evitar males mayores con un tratamiento adecuado. Uno de los posibles factores causantes de ese síntoma que se prolonga más allá del primer trimestre es el síndrome de ovario poliquístico, por eso debe tomarse la precaución de que cualquier dolor sentido durante el primer trimestre de embarazo en bajo vientre, pelvis o zona vaginal, debe ser examinado por el médico.
En las etapas más avanzadas del embarazo cambia la interpretación de esos dolores pélvicos y abdominales, que en la mayoría de las ocasiones tienen su origen en la distensión del llamado ligamento redondo, responsable de los movimientos de extensión y crecimiento del útero a remolque del crecimiento fetal. A su vez, también hay que considerar que aquellas mujeres que en partos anteriores han sido objeto de cesárea, es posible que tengan restos de cicatrices en el útero que produzcan, como respuesta a los movimientos del feto, similares molestias abdominales a los llamados dolores de ovario.