En la semana 34, los avances son muy significativos y el bebé ya está prácticamente formado. No obstante, sus huesos no han endurecido totalmente y son todavía muy flexibles, el desarrollo del sistema nervioso central no ha concluido y la maduración pulmonar no es total. Sin embargo, si se diera el caso de un parto prematuro, las posibilidades de supervivencia del bebé serían muy altas.
La futura madre cada vez aprecia con más nitidez la presencia del niño en su vientre, pues su volumen ya es muy apreciable, con una talla de unos cuarenta y cinco centímetros y más de dos kilogramos de peso. En esta semana, la piel del niño empieza a cambiar su apariencia, perdiendo gran parte del vello que la cubría, ganando en tersura y aumentando la consistencia del vérnix caseoso, sustancia compuesta básicamente por secreciones grasas que, además de proteger la piel, va a facilitar la expulsión del niño en el momento del parto.
Por otro lado, el bebé alterna períodos de sueño y de vigilia y sus movimientos, sobre todo cuando está despierto, son muy perceptibles. En esta semana el niño puede tener hipo, hecho que la madre aprecia claramente, y es posible constatar en las ecografías que el niño ya es capaz de chuparse el dedo.
La madre, por su parte, puede comenzar a sentir algunos síntomas molestos, como dificultad para realizar las digestiones, cansancio e hinchazón de piernas. Por otro lado, si la cabeza del niño ya está encajada, preparándose para el momento del parto, la mujer puede sentir molestias en la zona pélvica. También es posible que se inicien las contracciones, aunque no de forma periódica. Todo anuncia la proximidad del parto.
En el fascinante proceso del embarazo, los cambios que se producen semana a semana en el feto y en la madre son muy apreciables.