Se conoce como embarazo ectópico a aquel que se da fuera de su lugar natural, el útero. En el 98 % de los casos el óvulo fecundado comienza su desarrollo en la trompa de Falopio. Aunque también se puede dar en el abdomen, ovarios o cuello uterino. En cualquier caso, si el embrión no se desarrolla en el útero, el embarazo no es viable, y puede tener consecuencias muy negativas para la madre.
El embarazo ectópico produce los mismos síntomas que el embarazo normal. El resultado del test es positivo y se presentan signos comunes como cansancio, náuseas y senos sensibles.
Por lo general, al ser inviable que el embarazo concluya con el nacimiento del bebé, es el mismo cuerpo de la madre el que remueve al cigoto, que raramente llega al estado de feto, es lo que se conoce como aborto tubárico. Sin embargo, puede darse el caso de que el organismo no inicie este proceso y la madre experimente síntomas adversos.
El desarrollo de este tipo de embarazos puede provocar dolor abdominal (especialmente en un costado), fatiga, mareo, dolor en los hombros, sangrado vaginal, desvanecimiento… En caso de que se produjera la perforación de la trompa de Falopio el sangrado suele ser muy abundante, así como el dolor en el bajo vientre, llegando a provocar un shock.
Riesgos y tratamiento
Los estudios demuestran que tras un embarazo ectópico se puede tener un embarazo normal, sin que perjudique al futuro bebé. Sin embargo, la madre puede correr riesgos si no se realiza un diagnóstico precoz.
Si el embarazo ectópico se detecta a tiempo, con una ecografía vaginal o en un análisis sanguíneo, la intervención inmediata evita consecuencias mayores. En este caso se puede acudir a la cirugía o a un tratamiento con metotrexato (no invasivo). Pero, si no se ha detectado a tiempo y se perfora la trompa de Falopio, se considera una emergencia médica, en la que se puede perder la trompa e incluso el ovario. Por eso es muy importante acudir al médico al menor indicio de estar embarazada. La prevención es la mejor medicina.