La inducción del parto consiste en el inicio del parto de forma artificial. Se pueden romper las membranas anticipadamente con el fin de estimular el desencadenamiento del parto, al tiempo que se administran a la madre determinadas hormonas, oxitocina o prostaglandinas, para estimular las contracciones.
Por regla general, el parto inducido no tiene por qué ser más complicado o doloroso que el parto natural. En ocasiones, cuando los dolores son muy fuertes, las mujeres reciben analgésicos para aliviar la tensión.
Lo normal es que el médico haga uso de la anestesia epidural cuando sea necesario inducir un parto.
¿En qué situaciones se recomienda?
- Cuando el embarazo se prolonga más allá de las 42 semanas, ya que puede producirse un envejecimiento de la placenta que impida a ésta continuar alimentando adecuadamente al feto.
- Cuando existen señales de insuficiencia placentaria y de que el feto puede estar recibiendo poco oxígeno o una escasez de nutrientes. El feto manifiesta una desnutrición intrauterina con retraso en su crecimiento.
- Cuando la madre sufre hipertensión, preeclampsia, insuficiencia cardíaca, diabetes o si ha sufrido hemorragias antes del parto.
- Cuando se haya producido una rotura prematura de las membranas y exista riesgo de infección.
- Cuando el feto tenga una enfermedad grave debido a la incompatibilidad de Rh o cualquier otra patología que requiera una actuación terapéutica sobre el niño como determinadas malformaciones.